martes, 9 de octubre de 2012
'Amar a una persona es saber dejarla ir' me dice mi amiga mientras recoge los pedazos de esperanzas tangibles que aún le quedan. Mientras se encuentra con los pedazos de si misma que dejó ir. La sabiduría escondida detrás de sus palabras no es más que el resultado de lo vivido, el aprendizaje obtenido. A pesar de lo difícil que es afrontar su realidad desquebrantada, el proceso doloroso se ha transformado en camino de fortalecimiento. Atenta a su silencio, mi amiga reflexiona, se observa. Después se hace preguntas, luchando decididamente por encontrar el camino mediante el cual se unirán las piezas. Lo que mi amiga no sabe es que nunca nos enseñaron que ser valientes duele. En la escuela nunca nos dijeron que la vida sería dura y que ser un adulto también implicaría derramar una lágrima de vez en cuando. La maestra explicó en múltiples ocasiones que la vida sería un riesgo constante al cual deberíamos de darle nuestro todo, pero omitió que ser videntes sería más doloroso que vivir en la ceguera. Mi amiga no sabe esto, sin embargo pega el brinco y se avienta sin miedos al vacío de lo desconocido. Se aferra a la cuerda de la esperanza, esa que promete que con el tiempo recogerá las piezas y la llevará a su encuentro con su esencia. Mi amiga no está perdida, está completa. Sabe que en algún lado se dejó a si misma y ha emprendido su búsqueda. El tiempo será testigo de su encuentro. Mi amiga sabe de valentía. Mi amiga es experta en amar.
*El concepto de 'esperanzas tangibles' se lo debo a mi amigo Carlos Martínez, creador del mismo en El antídoto contra la resignación que pueden consultar en http://www.elmanana.com.mx/notas.asp?id=303630
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