domingo, 25 de abril de 2010

Por fin termino algo en mucho tiempo...
Ahí les va...

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Los recuerdos son como las gotas que caen en el pasto seco y lo regresan a la vida. Los recuerdos son marcas intermitentes de quiénes somos. Hoy mi mamá decidió que era un día para sumergirse en ellos. Sacó la caja donde se guardan las memorias, los secretos, las heridas, las risas y los llantos. Y junto con mi mamá, me tiré un clavado a la alberca de los recuerdos. En lo más profundo de la caja encontré una libreta donde solía hacer lo que ahora hago: escribir.

Y reviví.

Transcribo un extracto de lo escrito.


Empiezo de nuevo a escribir un diario. Cogí esta libretita ya que fue la primera que vi y decidí que aparte de ser práctica serviría para lo que yo quería. Últimamente han pasado muchas cosas en mi vida. Hace un año y medio mis papás se separaron y me cambie de casa. Vivo con mi mamá y mi hermana en una casa chiquita, pero con lo necesario. He aprendido muchas cosas de la vida y me he dado cuenta de lo que es importante para mí. Mi familia, mis amigos y el amor que me ayudan a salir adelante y me hacen crecer cada día como persona.


El resto detalla sobre las áreas específicas de mi vida y no es necesario presentarlo aquí porque la idea central está reflejada: el recuerdo de ese texto me habla perfectamente de la persona que soy ahora.

Pienso también en uno de los diálogos del personaje de Alicia en la película El Estudiante. Ella decía "Hay cosas que nunca deberían de cambiar." La frase es demasiado verdadera.

Analizo lo que escribí y observo las cosas que no han cambiado:

1. Desde ese momento han seguido pasando muchas cosas en mi vida.
2. Ya me volví a cambiar de casa.
3. Sigo aprendiendo de la vida.
4. Cada día me doy más cuenta de lo que es verdaderamente importante para mí.
5. Mi familia, mis amigos y el amor han seguido siendo los motores que me impulsan a vivir.

Qué cursi, pero es verdad. Soy tan diferente y tan igual a la vez. Los recuerdos son permanentes, a pesar de que el tiempo pisa cada vez más fuerte el acelerador y la película de mi vida parece proyectarse en fast forward.

Los recuerdos siguen iguales. Perduran. Los momentos de la infancia donde lo que importaba era la película que estábamos por ver o el juego que seguía de jugar. La primera vez que se te cayó un diente. El día que descubriste el gran secreto de Santa Claus. Las amigas de la pubertad. Y los amigos también. El día que tus papás dejaron de ser tus héroes. Las fiestas de quince años. El primer amor. La prepa. La libertad de los 18 años. La carrera. La desilusión del amor. Las esperanzas del futuro profesional. Hoy.

Todos estos momentos revividos a través de imágenes, documentos, películas, textos y música me hacen pensar en que de no haber pasado todo eso quizá todo sería tan distinto. Quizá sería una extraña incluso para mí misma. Lo irónico es que a pesar de que sí soy diferente a la que era en 2004, y de que he vivido tantas cosas tan definitivas para mi vida, en el fondo sigo siendo la misma en muchas cosas.

Pienso en el futuro, en diez años más. Intento imaginar mi vida, junto las piezas y me dispongo a armar el rompecabezas. Sé que por más que intente, todo queda en ideas del hoy. Mañana quizá no piense lo mismo y definitivamente en estos diez años habrá cosas que no podré controlar. Algunas de las piezas serán reemplazadas por unas nuevas y la imagen completa será distinta. A pesar de todo...abra otras, las esquinas y las orillas, que permanecerán ahí. Intactas. Iguales. Fuertes. Las piezas esenciales que se forman a través de toda nuestra vida. Las piezas que alguna vez cuando tenía 14 años consideré importantes y que hoy sigo teniendo como parte de mi rompecabezas. Esas piezas permanecerán... porque como los recuerdos, son las cosas que quiero que permanezcan siempre así... a pesar de que el tiempo vuele frente a mis ojos.

jueves, 22 de abril de 2010

La vida siempre esta llena de misterios. Yo suelo soñar cosas que después me suceden. Desde que descubrí que esto me pasaba muy ­seguido, empecé a observar más las cosas que soñaba. Después me empezó a dar miedo que lo que soñara me pasara, entonces dejé de ponerle atención un rato. A pesar de esto, con el tiempo he aprendido que esto de soñar cosas puede estar muy divertido. Dejé de preocuparme por el misterio y entonces volví a la vieja práctica de poner atención a mis sueños.

La primera vez que soñé algo que me sucedió después, fue en el 2003. Al menos esa es la primera fecha que recuerdo con conciencia. Yo tenía 14 años y mi abuelo estaba muy enfermo. Nunca fui muy cercana a mi abuelo. Nuesta diferencia de edades y su carácter nunca favoreció a que tuviera una relación profunda y fuerte con él. Esto no impidió que siempre le tuviera mucho cariño, respeto y admiración. En ese año, mi abuelo enfermó de neumonia y cáncer de pulmón. No le habían hecho el diagnóstico cuando yo empecé a soñar que él fallecía. En mi sueño, me veía a mi misma vestida de negro, entrando a una gran sala vacía, donde al fondo se encontraba el ataúd con el cuerpo de mi abuelo. Yo nunca me atrevía en mi sueño a acercarme al lugar donde yacía su cuerpo, simplemente lloraba y luego poco a poco un grupo grande de personas se me acercaban y me abrazaban. Había desde conocidos, familia y amigos hasta completos desconocidos. Después el sueño se terminaba. Yo despertaba. Los sueños empezaron a finales de octubre del 2003. El mismo sueño se repitió 3 veces más intermitentemente hasta diciembre. El 15 de enero del 2004, mi abuelo falleció. El funeral fue un déjà vu. Todo era como lo había soñado. Dos salas de las Capillas del Carmen, 21 esquelas en el periódico El Norte, una cantidad impresionante de personas, su cuerpo al fondo de la sala en un ataúd, y yo. Ahí estaba yo. Todo era como lo había soñado. Mi vestimenta era negra, no podia dejar de llorar, y entre tanta gente me sentía sola. Sola en esa gran sala con mi abuelo. Era como si en realidad la gran sala vacía de mi sueño cobrara vida. Y estábamos él y yo. Entonces hice algo que creo que nunca alcancé a ver en mi sueño: me acerqué al ataúd, lo observe fijamente y lo vi a los ojos. Él no me podía ver, pero yo sentía que su alma si se comunicaba conmigo. Entonces le di las gracias, le dije que se acordara de la última Navidad. La mejor de todas. Le dije también cuánto lo quería y cuánto hubiera querido que las cosas hubiesen sido distintas. Le dije que nunca lo olvidaría y que esperaba que estuviera feliz con mi abuela y mis primos. Me respondió con cariño y amor. Me dijo que estaba bien, que no me preocupara. Que el también me quería y que yo tenía que seguir adelante con mi vida y apoyar a mi papá y mis tíos. Sentí paz. Dejé de llorar. Me di la vuelta y no regresé.

Esa fue mi primera experiencia de soñar algo y vivirlo. Después siguieron muchas otras. Y luego llegó la de hoy. Totalmente contraria a la primera. Esta vez, mi sueño estaba lleno de vida.

Ayer me fui a dormir temprano, después de haber leído unas páginas de la novela que estoy leyendo. Estaba muerta, y en realidad no estaba pensando en nada en especial. Apagué la luz y me dispuse a dormir. Me desperté un poco sorprendida y feliz. Había soñado que cargaba una bebé hermosa y bella. Su cara era redonda, su piel blanca. Sus cachetes enormes y sus piernas gorditas. Me cabía perfectamente en mis brazos y la contemplaba profundamente mientras ella dormía. No vi sus ojos, pero tenía pestañas enormes. Me inspiraba paz. Recuerdo que en el sueño yo le decía a alguien que era una bebé muy hermosa. Qué hermosa bebé, no todos los bebés son bonitos y ella sí lo es, le decía. Entonces me desperté a la realidad. Me quedé pensando en el sueño mientras preparaba todo para bañarme. Empecé a pensar si la bebé de mi sueño era mi hija. No, no creo que sea mi hija. No, no es, de seguro estoy soñando porque ya va a nacer la bebé de Mariana. Sí, de seguro estoy soñando esto por eso. Dejé el sueño por la paz y seguí con mi vida. Llegué a mi clase de las 7:30 y prendí mi computadora. Lo primero que ví en facebook fue un mensaje de Mayela, la hermana de Mariana, donde decía que ya era tía. No lo pude creer. Mi sueño era una realidad y lo más sorprendente era que en el tiempo en el que yo estaba soñándolo, mi amiga estaba viendo por primera vez la cara de su Mariana. Otra vez se cumplía uno de mis sueños.

Estoy feliz. La vida me regala momentos de amor todos los días. No deja de sorprenderme. Estoy escribiendo esto antes de ir a conocer a mi nueva sobrina. No quiero escribirlo después porque la emoción de lo que estoy escribiendo ahorita no va a ser igual después de verla. No sé si va a ser como en mi sueño: cara redonda, piel blanca como la de su madre y piernas gorditas. Pero de algo sí estoy segura: La felicidad de verla tan pequeña y tan hermosa, y de tenerla después de tanto tiempo de espera en nuestros brazos, va a estar presente.

Bienvenida a esta vida llena de sorpresas, Mariana Eugenia. Eres un sueño y una realidad para todos nosotros. Dios nos llena de amor enviando a nuestras vidas un gran regalo como tú. Hoy te recibimos con amor y felicidad. Tus padres están felices de verte y poderte abrazar. Te han cuidado y esperado con mucho amor. Sobrina hermosa ( no soy tu tía de sangre pero te quiero igual como si lo fuera) bienvenida a la vida. ¡Hoy logras el mayor de tus retos: empiezas con el pie derecho tu camino en esta gran aventura que es vivir... disfrútala y vívela con amor y pasión! ¡Te queremos mucho mucho!

domingo, 18 de abril de 2010

El fin de semana planeaba descansar. En realidad todos los fines de semana intento hacerlo. Con descansar me refiero a dormir, no hacer nada, tener un momento conmigo misma. Como siempre, el fin de semana voló y hasta hoy me he dado el tiempo para descansar.

Estaba a punto de empezar a leer un libro nuevo que me compré y que creo que me va a gustar mucho. Ayer fui a Gandhi a recoger un libro que había encargado para regalarsélo a mi amiga Andrea por su cumpleaños, y había un estante con un letrero de 80%. La mayoría de las veces cuando veo letreros de descuento en tiendas de libros, pienso que de seguro es porque están horribles y aunque casi siempre me gana la curiosidad y termino yendo a ver qué encuentro, pocas veces me llevo algo. Ayer no tenía ni dinero ni tiempo para ponerme a ver los libros, pero a pesar de eso lo hice. Salí con el de mi amiga, y dos más para mí. Fue una super buena compra, me llevé los dos por 80 pesos, más mi emoción por leer algo nuevo. Entonces hoy me preparaba para empezar a leer uno de los libros (The History Boys de Allan Bennett... lo escogí por la portada y la sinopsis, y después de que lo compré un amigo me dijo que hay una película del libro, lo cual me hizo todavía más feliz con mi compra) cuando llegó Tina a regalarme unas galletas Oreo. Y entonces la idea se me vino a la cabeza y mejor prendí la computadora y me puse a escribir.

Los pequeños detalles de la vida, hacen que todo lo demás que vivimos tenga un valor único y especial. Son esos pequeños detalles y momentos (lean también http://mondoli.blogspot.com/2010/04/317.html) los que le dan un significado a lo que queremos expresar y decir. Y tan pocas veces valoramos esos detalles. Tan pocas veces hacemos conciencia de las pequeñas cosas que podemos hacer para cambiar la vida de alguien. O de las pequeñas cosas que hacen otros para cambiar la nuestra. Tan pocas veces nos damos el tiempo de observar y valorar esos pequeños detalles. Si tan sólo pudiéramos ser más observadores... ¿cuántas cosas no serían tan distintas?

Hoy en la mañana, Tina me pidió prestado uno de mis libros de historia para hacer una de sus tareas. Yo no le puse mucha atención, para ser sincera. Le dije dónde estaba el libro y que lo usara todo lo que quisiera. Ella me lo agradeció y me sonrió. Yo de amargada y con mis prisas, sólo le di las llaves de mi carro y seguí haciendo mis cosas. Pasó el día, fui a comer con mi familia y luego a misa con mi hermana. Regresando a la casa y justo cuando estaba empezando a leer, Tina me regalo unas galletas Oreo. Unos minutos antes había ido con mi mamá a decirle que quería una nieve, pero que mejor iba a olivdarme de mi deseo de algo dulce. Tina escuchó la conversación y no me dijo nada a pesar de que me vio pasar. A los pocos minutos la vi corriendo por las escaleras con un paquete de galletas Oreo (las amo!). Cuando me las dio, empezaron a caer todas estas ideas en mi cabeza y no me acuerdo muy bien que le dije, pero le di las gracias.

Caí en la cuenta de que Tina me estaba agradeciendo de la mejor manera en la que ella podía hacerlo, el hecho de que yo le hubiera prestado mi libro. O no sé, a lo mejor ni fue eso, pero fue demasiado representativo el hecho de que me hubiera dado esas galletas. Me dio algo de lo mejor que tiene para dar. Y yo le di algo de lo que yo le puedo dar. Prestarle mi libro no fue nada extraordinario. Que me diera las galletas tampoco lo fue, pero ambos detalles representaron tanto. Ambos detalles tenían un gran mensaje de fondo. Qué tonta hubiera sido en no caer en la cuenta de su detalle y pasarlo de vista. No me había percatado de que algo tan simple pudiera ser tan significativo para otra persona. Mi libro le represento a ella una ayuda en su tarea. Y no me costó nada. Sus galletas fueron un intento de su parte por complacer mi deseo de algo dulce. Y las disfruté muchísimo. Fueron más que comida, me recordaron que los pequeños detalles pueden ser tan grandes.

Me acordé de la historia de Memo el día de la reunión de la frate en el depa de Tito. Me acordé de Jorge, el niño que mi papá adoptó en Navidad por muchos años para darle un regalo. Me acordé de los regalos significativos de mi vida. Me acordé de los momentos en los que me la he pasado súper bien y me he reído hasta llorar y tener dolor de panza. Me acordé de los abrazos, los besos, las canciones, los suspiros y los deseos. Ninguno de estos recuerdos inolvidables involucraban cosas extraordinarias. Simplemente implicaban pequeños detalles. Pequeños detalles que habían hecho el momento especial e irónicamente extraordinario.

Siempre he sido de la idea de que los detalles pueden hacer que las cosas sean muy distintas, pero nunca deben de ser forzados, deben nacer por sí mismos. Muchas veces discutí y me enojé con personas a las que amo por enfocarme en las cosas que no eran tan significativas. Fui poco inteligente para valorar a esas personas por quiénes eran, por el tiempo, por los detalles. Me importaban mucho las cosas que tenían que ser. Estaba equivocada.

No necesitamos tener mucho ni desvivirnos para ser felices. La felicidad no requiere grandes cosas, sólo necesita de paz, amor, alegría, empatía. Requiere de nosotros que seamos capaces de amarnos a nosotros mismos, para poder compartir con los demás nuestra esencia. Para compartir con los demás... los pequeños detalles por los que vale la pena vivir.

viernes, 16 de abril de 2010

Estoy escribiendo porque por fin en una semana me llegó la inspiración. Tengo una semana de escribir cosas y cosas y no terminar nada. Esto se debe en parte a que tengo muchas ideas en la cabeza y no sé como acomodarlas. En otra buena parte se debe a que han pasado muchas cosas intensas esta semana. Con el tiempo se van a dar cuenta de que los derivados de la palabra "intensidad" suelen llenar mi vida.

La semana empezó muy bien. Lunes de Libre, vueltas de mi carro y a la Libre de regreso. Not weird. Martes de mañana de Libre, empezar a planear mi tarde de cine con Tatis y organizarme con mi tarea. Somehow finding a time to go back to my car issue again. Encontrarme con mi papá medio estresado y retrasando todo lo que ya había planeado. Sobrevivir con menos de 1/4 de gasolina de mi casa al negocio de mi papá y de ahí al seguro y de ahí a Santa Catarina con una velocidad mínima de 70 km/hr. Llegar tarde a mi masaje que tanto amo por tenerme que parar a poner gasolina pero finalmente llegar en paz. Apagar mis celulares. Es mi tiempo a la semana de despegarme de TODO. Y finalmente terminar mi día super bien: en el cine, viendo una película que tenía muchas ganas de ver y con una amiga que quiero demasiado y con la que pocas veces me doy el lujo de pasar el tiempo sola con ella. Qué tonta soy en no darme lujos más seguido. Se siente muy bien.

Miércoles corriendo en la mañana para llegar temprano a la Libre. Rainy day. Who cares? Salgo temprano de clases, me voy al doctor y de ahí a visitar a una amiga y otras vueltas mientras espero a ver si me voy a comer con unos amigos. No quiero ir a comer a mi casa porque me da flojera manejar y tener que regresar en dos horas a la parte poniente de la ciudad. Finalmente no voy a comer con mis amigos y decido irme a dormir a mi casa. Se arregla el issue del cofre de mi carro. Me sobra tiempo entonces decido ir al car wash aunque sé que más tarde va a llover. Necesito lavar mi carro. Intento hablar con mi prima Michelle que cumple 8 años, pero le marco a su mamá y no contesta. Le marco a su hermana, no contesta. En su casa, no están. Llego a la Libre temprano. Platico con amigos antes de mi clase. Pasan mis clases, junta con un amigo que quiero mucho y tenía rato de no ver y después festejar el cumpleaños de otro amigo. Llego a mi casa tarde.

Jueves no me puedo despertar porque me dormí muy tarde. Aparte tengo que arreglarme, tengo junta. Llego a clase y resulta que a Olmo se le ocurrió ponernos un examen sorpresa. Empezamos bien. Un amigo llega en estado inconveniente al salón y no puedo dejarme de reír. Otra llega tarde y otro llega a 10 minutos de que se termine la clase. El examen pone a unos de mal humor. En la libre nos relajamos y continuamos con el torneo de viuda. Andrea gana. Tiene toda la semana ganando cosas. Está de suerte con esto de que ya va a cumplir años. Clase de Puertas y salir corriendo para mi junta. Centro de Justicia Familiar. No encuentro dónde estacionarme, llevo 3 vueltas y está lloviendo. Hidalgo y Cuauhtémoc. Falda y tacones. Al menos caminar 2 cuadras. En la 4 vuelta encuentro un lugar cercano. No tengo mucha feria, espero que la junta no se tarde para no tener que pagar con un billete. La junta se termina 2 horas después. Ir por mi hermana. Llegar y comer corriendo, ir por un amigo y de regreso a mi casa: la Libre. Empezar curso de negociación. Buenísimo. Clase de Avril. Llegar a mi casa, poner Friends en la tele y sentarme con Lola en el sillón a disfrutar. Quedarme dormida después del segundo capítulo. Mi mamá me dice como a las 3 horas que me vaya a mi cama y ya es viernes. Por fin un día de despertar después de las 6 am. Clase, presentación y curso de negociación. Ir a comer y tardarnos como 30 minutos en pagar la cuenta. Me hubiera gustado que viniera otro amigo a comer. Hablarle a Stephie que cumple 19 años. Más curso de negociación. Casa de Mariluz. Plática profunda. Ir por Mariana. Casa de Pato. Mi casa.

La semana ha estado INTENSA. No he tenido tiempo de nada, pero la he disfrutado muchísimo. Estoy terminando mi viernes empezando el sábado. Tengo que despertarme en 6 horas para mi último día del curso de negociación. Esto significa que tengo que dormirme ya. No he terminado todo lo que dejé a medias esta semana,ni lo voy a terminar hoy, pero estoy feliz... por fin llegó la inspiración.

domingo, 4 de abril de 2010

Son las once de la noche y la luna brilla bajo un cielo nublado que no me permite observarla en su esplendor, pero sé que ahí está. Y cómo brilla. Voy manejando. Por primera vez en mucho tiempo lo estoy disfrutando. Mis oídos se llenan de los versos de 'Causa y Efecto' de Paulina Rubio. Qué feliz es cuando no hay nadie en la ciudad y puedes transitar las calles sin que nadie te esté molestando. Y es que todo lo que con el tráfico se vuelve nefasto, sin él se vuelve placentero. Las avenidas se transforman en carriles de una montaña rusa donde el único carrito que los transita es el tuyo. Y el único pasajero eres tú. Dentro de toda la adrenalina que te presenta la aventura, el ruido y tu respiración, tu cabeza se desvía y te abre espacios para reflexionar y disfrutar. Y el viaje apenas comienza. Saltan preguntas mientras que gritas intensamente por las cosquillas que la gran altura acaba de causar en tu estómago. ¿De qué se trata este viaje? ¿Para qué me subí en él? ¿Qué voy a ganar de estar aquí? ¿Por qué estoy aquí? Y tan pronto como te subiste, te percatas de que próximamente estarás nuevamente abajo de la montaña rusa. Y el viaje está siendo divertido, pero las preguntas siguen sin respuesta.

Toda esta semana he reflexionado sobre estas preguntas. La Semana Santa, nuevamente, sigue sorprendiéndome. Me ha puesto a ser la espectadora de mi propia vida. He descubierto muchas cosas de mí, pero sigo intentando llegar a lo esencial, a lo que verdaderamente importa. Y creo que hoy Dios me lo ha puesto nuevamente en frente de mis ojos, con la esperanza de que ahora sí sea capaz de verlo. Me ha puesto a disfrutar de las cosas simples de la vida mientras me ha escrito en un pedazo de papel un mensaje que dice en letras grandes, redondas y super negras: "DÁTE CUENTA DE QUIÉN ERES, AGRADECE LO QUE TIENES, SUPERA EL PASADO Y DEDÍCATE A AMAR Y VIVIR EL PRESENTE".

Nadie se escapa de subirse a la montaña rusa, y definitivamente nadie se escapará de tenerse que bajar de ella. Lo esencial radica en cómo vivimos la aventura. Eso es lo esencial. Hay unos que gritan con todas sus fuerzas. Otros reprimen su sentir y sólo lo expresan a través de los gestos que sus caras nos revelan. Otros simplemente se recuestan, relajan su espalda, dejan que el aire los despeine y observan a los demás. Otros toman fotografías. Otros le aprietan la mano con todas sus fuerzas al que se encuentra a su lado. Otros lloran. Otros ríen sin parar. Otros sólo se quejan por haberse tenido que subir cuando en realidad no querían subirse. Al bajar, todos habrán pagado lo mismo por el boleto, sin embargo, cada uno habrá hecho valer el precio de manera distinta. Eso es lo que hace que cuando al descender, unos quieran volver a subirse y otros prefieran irse sin volver jamás.

Hoy platicaba con mis amigas sobre la importancia de saber quiénes somos. Si sabemos quiénes somos y nos aceptamos así, se vuelve más fácil llegar a lo esencial y se disfruta más la vida. Nos liberamos del "deber ser" mundano y cometemos menos errores. Nos volvemos más sinceros con nosotros mismos. Si nos hacemos conscientes de nuestro "yo" interno y lo aceptamos, lo externo deja de ser tan complicado y somos capaces de recibirlo amablemente. Lo díficil es el paso entre la conciencia y la aceptación. Mientras compartíamos nuestras experiencias, escuchaba atentamente a una de mis amigas, y de inmediato me identifiqué con su historia. ¿Cuántas veces no caemos en el mismo patrón y por más que intentamos romper el patrón, seguimos haciéndolo? Entonces le lancé la pregunta: ¿Cómo es tu relación con tu papá? La respuesta la intenté decifrar del gesto que hizo con su cara. Le empecé a contar sobre la relación que yo tengo con mi papá, y al final todas acabamos hablando de eso: ¿qué tan importante puede ser nuestra infancia para las decisiones que hacemos en el presente y finalmente, a futuro? ¿Hasta cuándo nos seguiremos quejando de lo que no tenemos sin darnos cuenta de lo tanto que si disfrutamos? No terminamos la plática, pero mas o menos llegamos a una conclusión: es importante que empecemos a tomar las riendas de nuestras vidas hoy. Y no significa solamente que seamos independientes y responsables. Me refiero también a que dejemos a un lado la venda de la negación, que es a veces tan gruesa que no nos permite ver y hacer esos cambios que tanto necesitamos. Que tomemos esos primeros pasos en reflexionar sobre nuestras vidas, hagamos conciencia de las cosas que nos han afectado y las solucionemos de fondo. Todo esto con el propósito de que sepamos realmente quiénes somos y qué queremos de la vida, y entonces sí empecemos a vivir el presente con coherencia, satisfacción, amor y pasión.

Ya llegué a mi casa. Es tan corto el viaje, que no vale la pena no disfrutarlo. La montaña rusa nos presenta la oportunidad de divertirnos y vivir al máximo cada día, de transformar los momentos y convertirlos en recuerdos para toda la vida. Sólo de nosotros depende que así sea, pues sólo somos nosotros la causa y el efecto. El milagro de la vida hay que empezarlo a comprender HOY, porque como nos decía Antoine de Saint-Exupéry en 'El Principito': "Lo esencial es invisible a los ojos". Y pronto tendremos que bajar.
 

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