Son las once de la noche y la luna brilla bajo un cielo nublado que no me permite observarla en su esplendor, pero sé que ahí está. Y cómo brilla. Voy manejando. Por primera vez en mucho tiempo lo estoy disfrutando. Mis oídos se llenan de los versos de 'Causa y Efecto' de Paulina Rubio. Qué feliz es cuando no hay nadie en la ciudad y puedes transitar las calles sin que nadie te esté molestando. Y es que todo lo que con el tráfico se vuelve nefasto, sin él se vuelve placentero. Las avenidas se transforman en carriles de una montaña rusa donde el único carrito que los transita es el tuyo. Y el único pasajero eres tú. Dentro de toda la adrenalina que te presenta la aventura, el ruido y tu respiración, tu cabeza se desvía y te abre espacios para reflexionar y disfrutar. Y el viaje apenas comienza. Saltan preguntas mientras que gritas intensamente por las cosquillas que la gran altura acaba de causar en tu estómago. ¿De qué se trata este viaje? ¿Para qué me subí en él? ¿Qué voy a ganar de estar aquí? ¿Por qué estoy aquí? Y tan pronto como te subiste, te percatas de que próximamente estarás nuevamente abajo de la montaña rusa. Y el viaje está siendo divertido, pero las preguntas siguen sin respuesta.
Toda esta semana he reflexionado sobre estas preguntas. La Semana Santa, nuevamente, sigue sorprendiéndome. Me ha puesto a ser la espectadora de mi propia vida. He descubierto muchas cosas de mí, pero sigo intentando llegar a lo esencial, a lo que verdaderamente importa. Y creo que hoy Dios me lo ha puesto nuevamente en frente de mis ojos, con la esperanza de que ahora sí sea capaz de verlo. Me ha puesto a disfrutar de las cosas simples de la vida mientras me ha escrito en un pedazo de papel un mensaje que dice en letras grandes, redondas y super negras: "DÁTE CUENTA DE QUIÉN ERES, AGRADECE LO QUE TIENES, SUPERA EL PASADO Y DEDÍCATE A AMAR Y VIVIR EL PRESENTE".
Nadie se escapa de subirse a la montaña rusa, y definitivamente nadie se escapará de tenerse que bajar de ella. Lo esencial radica en cómo vivimos la aventura. Eso es lo esencial. Hay unos que gritan con todas sus fuerzas. Otros reprimen su sentir y sólo lo expresan a través de los gestos que sus caras nos revelan. Otros simplemente se recuestan, relajan su espalda, dejan que el aire los despeine y observan a los demás. Otros toman fotografías. Otros le aprietan la mano con todas sus fuerzas al que se encuentra a su lado. Otros lloran. Otros ríen sin parar. Otros sólo se quejan por haberse tenido que subir cuando en realidad no querían subirse. Al bajar, todos habrán pagado lo mismo por el boleto, sin embargo, cada uno habrá hecho valer el precio de manera distinta. Eso es lo que hace que cuando al descender, unos quieran volver a subirse y otros prefieran irse sin volver jamás.
Hoy platicaba con mis amigas sobre la importancia de saber quiénes somos. Si sabemos quiénes somos y nos aceptamos así, se vuelve más fácil llegar a lo esencial y se disfruta más la vida. Nos liberamos del "deber ser" mundano y cometemos menos errores. Nos volvemos más sinceros con nosotros mismos. Si nos hacemos conscientes de nuestro "yo" interno y lo aceptamos, lo externo deja de ser tan complicado y somos capaces de recibirlo amablemente. Lo díficil es el paso entre la conciencia y la aceptación. Mientras compartíamos nuestras experiencias, escuchaba atentamente a una de mis amigas, y de inmediato me identifiqué con su historia. ¿Cuántas veces no caemos en el mismo patrón y por más que intentamos romper el patrón, seguimos haciéndolo? Entonces le lancé la pregunta: ¿Cómo es tu relación con tu papá? La respuesta la intenté decifrar del gesto que hizo con su cara. Le empecé a contar sobre la relación que yo tengo con mi papá, y al final todas acabamos hablando de eso: ¿qué tan importante puede ser nuestra infancia para las decisiones que hacemos en el presente y finalmente, a futuro? ¿Hasta cuándo nos seguiremos quejando de lo que no tenemos sin darnos cuenta de lo tanto que si disfrutamos? No terminamos la plática, pero mas o menos llegamos a una conclusión: es importante que empecemos a tomar las riendas de nuestras vidas hoy. Y no significa solamente que seamos independientes y responsables. Me refiero también a que dejemos a un lado la venda de la negación, que es a veces tan gruesa que no nos permite ver y hacer esos cambios que tanto necesitamos. Que tomemos esos primeros pasos en reflexionar sobre nuestras vidas, hagamos conciencia de las cosas que nos han afectado y las solucionemos de fondo. Todo esto con el propósito de que sepamos realmente quiénes somos y qué queremos de la vida, y entonces sí empecemos a vivir el presente con coherencia, satisfacción, amor y pasión.
Ya llegué a mi casa. Es tan corto el viaje, que no vale la pena no disfrutarlo. La montaña rusa nos presenta la oportunidad de divertirnos y vivir al máximo cada día, de transformar los momentos y convertirlos en recuerdos para toda la vida. Sólo de nosotros depende que así sea, pues sólo somos nosotros la causa y el efecto. El milagro de la vida hay que empezarlo a comprender HOY, porque como nos decía Antoine de Saint-Exupéry en 'El Principito': "Lo esencial es invisible a los ojos". Y pronto tendremos que bajar.
domingo, 4 de abril de 2010
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1 comentarios:
BB!
"¿De qué se trata este viaje? ¿Para qué me subí en él? ¿Qué voy a ganar de estar aquí? ¿Por qué estoy aquí?"
Preguntas cuya respuestas nos trascienden (pero están ahí, como la Luna). Más bien nos iremos acercando, iremos remando en esa dirección.
Te voy a poner en mi blog como link! Qué chido que empiezas este espacio. Persevera.
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