martes, 28 de diciembre de 2010

Me gusta pensar que hay ciertas cosas que ya están en el destino. Eso de que existe 'la suerte de la vida' me parece una explicación suficiente para aquellas cosas que a primera vista parecen ser inexplicables. Hace poco hablaba de este tema con un amigo y comentábamos que en efecto, la suerte de la vida parece ser casi siempre la justificación más sabia que encontramos para aquellas cosas que nos toca vivir y que muchas veces no entendemos porqué nos suceden.

Hoy me pasó algo muy chistoso. No suelo describirme a mí misma como una persona aficionada de las despedidas y mucho menos cuando se trata de las personas con las que más suelo convivir. Hoy me tuve que despedir de mi mejor amiga, quien junto con mi hermana y otro montón de amigos y familiares, se va de la ciudad a estudiar en el extranjero por todo el siguiente semestre.

Lo especial de la situación es que por ser ella quien se va, me cuesta aún más pensar que la próxima vez que voy a verla se encuentra en el calendario por algún día del mes de junio del 2011, o a lo mejor se podría prolongar hasta agosto. Este año ella y otra amiga son las personas con las que más he convivido y quienes más cerca han estado de mí. Mi amiga capricornio y yo compartimos muchas cosas que nos gusta hacer juntas, y tenemos una tradición extraña desde hace muchos años. Todos los inicios del semestre, vamos juntas a comprar nuestras agendas y otros útiles escolares. Las agendas nunca pueden faltar y con el tiempo nos hemos percatado de que tenemos muchas especificaciones para hacer la selección.

Este año, como no podré seguir la tradición puesto que mi amiga se va, decidí que el mejor regalo que podía darle para su próximo viaje y por su próximo cumpleaños era precisamente una agenda. Entonces me dispuse a encontrar la adecuada para mi amiga. Y es que elegir una agenda puede parecer tarea simple, pero no cuando te llamas Ivonne Garza o Mariluz Villasana. En estos casos la elección puede prolongarse hasta por varios días. Los criterios son muchos, el espiral, el tipo de hoja, el tamaño, el color y el más importante: el espacio designado para cada uno de los días del año. Recorrí alrededor de cuatro tiendas por aproximadamente dos horas hasta que encontré la adecuada y aproveché para comprar una para mí también. No podía romper la tradición, aunque esta vez mi amiga no estuviera conmigo. Y es aquí donde llega la mejor parte de la historia.

Al final del día, llegué a mi casa, muy emocionada por empezar a llenar mi agenda. En verdad es un ritual esto de las agendas. Llegué y lo primero que decidí fue que iba a pegar en la primera hoja el mensaje que me tocó en la rifa del niño Jesús el día de la Navidad. Me cayó tanto el saco ese día que la decisión de ponerla ahí para recordar el mensaje todo el año no fue mía, sino precisamente de la suerte de la vida. El mensaje reza ´Mi padre te ama, por eso me envió, no corras tanto, escúchalo en la oración. Te regalo la quietud de la noche de mi nacimiento, para que vivas la paz. Jesús.' Y no le pido nada más a la vida que me permita precisamente eso en el 2011, tener paz.

Mientras que buscaba entre mis cosas el papel adhesivo para poder pegar el mensaje en mi agenda me topé con la segunda de las señales que la vida me ha mandado para confirmar que en efecto la suerte de la vida existe. Me encontré con el calendario maya 2010 que un chaman me dio en Oaxaca el año pasado, y en el que había señalado mis días de suerte según la ideología maya y mi fecha de nacimiento. Decidí que después de haberlo tenido un año guardado, era necesario verificar que los días marcados hubieran tenido un significado importante. Me quedé sorprendida. La mayoría de las fechas coincidían con momentos especiales del 2010. Todos encuentros con nuevas personas en mi vida y cierres de ciclos con otras. Y entonces me emocioné todavía más: en mi calendario están marcados el 2 y el 15 de enero.

Bien dice Octavio Paz que 'el hombre no está en la historia: es historia' y siendo así, vamos formando nuestra historia día con día. Por eso me gusta tener una agenda, así hago más consciente mi existencia. A pesar de que coincido con Paz, creo también que no todo depende del ser humano. Nuestras historias siempre tienen entre sus ingredientes una pizca de suerte de la vida.

Entre otras de las líneas de sus obras Paz agrega que 'el amor es una tentativa de penetrar en otro ser, pero sólo puede realizarse a condición de que la entrega sea mutua [...] gozar del amor como lo que realmente es: un perpetuo descubrimiento, una inmersión en las aguas de la realidad y una recreación constante.´ El mensaje es claro, y creo que después de 21 años lo empiezo a entender. Todas las relaciones dependen de dos fuerzas unidas en la obtención de un mismo fin.

No sé que digan otros calendarios, ni que tenga planeado para mí la suerte de la vida. Hoy, gracias a mi amiga y a mi agenda, pude confirmar que no sólo no soy fan de las despedidas, pero que definitivamente la suerte de la vida existe.

No me queda más que la esperanza de que los efectos del 21 y 28 de marzo, 10 y 17 de abril, 3, 16 y 23 de noviembre, 6, 13 y 26 de diciembre del 2010 puedan multiplicarse en el 2 y el 15 de enero del próximo año.

2011, ven a mí.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Lograba percibir el olor de su Jean Paul Gauthier a distancia. Lo reconocía. No era necesario vislumbrar su figura, el sentido del olfato bastaba para saber que era él. Con cada paso el olor se tornaba más penetrante y la sombra de su cuerpo se parecía cada vez más a su tamaño real. Estaba a nada de poder tocarlo, pero el placer de olerlo era aún más tentador.

Y es que cada persona tiene su olor.

Como mi abuela, por más que intenta oler a juventud, su tez pesada y morena sólo permiten que hasta el olor del Amour Amour parezca viejo. Es viejo, pero dulce y reconfortante, como la incondicional presencia de la abuela en nuestras vidas.

Como mi padre, siempre dejando rastro del olor a limpieza. Su persistencia en meterse a la regadera al menos dos veces al día trae como consecuencia que cualquier loción huela a jabón.

Como mi madre, oliendo a primavera hasta en el más frío invierno. Su odio por los perfumes fuertes y dulces nos llena la vida de permanentes flores y aromas frescos.

Como el olor de mi hermana, siempre presente, siempre necesario. Un olor plural y divertido, que tanto añoro en la soledad y tanto disfruto en la compañía.

Como el olor de mi maestra de sexto de primaria, perfumando el salón de clases todos los días de café recién hecho a las siete de la mañana.

Como mi compañera de clase que se sienta todos los días en el asiento trasero al mio, por más que se ponga perfume, su presencia todos los días huele a polvo de antaño.

Como mi amigo que de tanta loción que se pone deja el pasillo con aroma por al menos media hora. Ojalá que cuando tenga un novio le enseñe a oler rico permanentemente.

Como el olor de otro de mis compañeros de clase que huele permanentemente a tabaco y alcohol, y no se preocupa por disimularlo.

Pero no todos los olores de las personas son placenteros, ni todos viven exclusivamente en las personas. Recuerdo también....

El olor de la casa de mis tíos. Nardos que llenaban el recibidor de unas ganas de quedarte en ese lugar todo el día leyendo una buena revista en el sillón.

El olor de la tierra mojada después de caer la lluvia. El placer de este olor es indescriptible.

El olor de un libro nuevo y el de un viejo. Uno fresco, otro amargo, pero ambos capaces de hacer la mejor invitación a conocer cada una de sus páginas.

El de un bombón quemándose en una fogata y el de un buen chocolate caliente en medio de una tormenta de nieve.

Y para todo tengo un olor grabado en la memoria, pero el de él es único. Es agradable, dulce, conocido, penetrante. Disfruto las pausas ciegas de inhalación que me permiten confirmar momento a momento su presencia. Se acerca. Pronto podré tocarlo.

Si tan sólo él supiera que a diferencia de los demás que viven en mi cabeza, su olor es necesario.

Si tan sólo él supiera.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La cabeza no me deja dormir. Mis ojos están cansados y mi espalda grita con fuerza. Mis piernas tienen flojera y en general no estoy de humor. No me gusta escribir cosas que puedan ser negativas, pero transformar las palabras en ideas es una práctica muy relajante, sobre todo cuando no te has dado el tiempo de hacerlo.
Las vacaciones volaron. Cada año lo hacen más rápido, pero esta vez el regreso fue como si me hubiera tirado de un bungee sin tener la opción de hacerlo o no. El semestre está lleno de actividades y la familia no ha sido del todo adaptable a este hecho. La caída ha sido fuerte y sorprendente. Sigo en la aventura, subiendo y cayendo día con día, esperando el momento en que por fin tocaré el suelo o en que a alguien se le ocurrirá jalarme otra vez hasta la plataforma. Sobreviviré. Sólo espero que si la vida decide llevarse en el encuentro a mi cuerpo, al menos sea buena y me deje para un rato el corazón.

lunes, 28 de junio de 2010

Él la observaba meticulosamente. Estaba escondido detrás de la pantalla de su computadora. Sus ojos lograban de vez en cuando escaparse, pero su cabeza se mantenía cabizbaja. Ella, su eterno amor, estaba a sólo unos pasos de él. Si tan solo ella supiera. Pero no, ella no podía saberlo. No podían encontrarse, mucho menos después de la historia que arrastraban con los pies. No tenía la valentía para acercarse a saludarla, aunque en el fondo sabía que ella le respondería con una sonrisa. Por ahora, con mirarla bastaba.

Ella estaba sentada en la esquina del local. Traía puestos sus lentes enormes color café. La moda de los lentes gigantes nunca había pasado para ella, y el sol permitía que aunque se encontrara dentro de un local, ella pudiera usarlos. Había demasiado sol. Había pedido un café y hojeaba las páginas de una popular revista local. Era una típica intelectual, pero las superficialidades le encantaban para despejar su mente. Verdaderamente disfrutaba leer sobre los chismes de los artistas, sobre la moda, los consejos de belleza y los del amor. Pero como siempre, todo se quedaba en eso. Simples consejos. Por más que intentaba aplicar lo que leía, su realidad jamás parecía estar sintonizada con lo que tantos autores se empeñaban en escribir. Ella podía casi apostar a que sería una solterona de por vida. Por eso mejor pensaba en que ella estaba destinada a la intelectualidad y que la ficción e irrealidad de las revistas pertenecían a alguien más.

Terminó de leer y cambió de posición. El sillón era muy cómodo, pero el pie estaba empezando a hormiguear. Aparte, su posición la iba a dejar con un bronceado permanente. Entonces volteó su mirada y se percató de que alguien la veía. Decidió regresar su cabeza a su posición inicial. Todavía no aprendía a enfrentar la atención de alguien. Pero la energía de aquella mirada seguía sintiéndose, era fuerte. Volvió a mover su cabeza y entonces sus ojos se encontraron con los de él. Era él. El mismo con el que había pasado un verano de película. Ojala todo hubiese quedado en el verano, pero no había sido así. Sus ojos mantuvieron la mirada conectada por algunos segundos, pero pronto él volvió a esconderse bajo la sombra de su pantalla. Fue en ese momento donde confirmó su teoría. Él jamás iba a saludarla. Así era él. Su orgullo siempre estaba en el primer lugar de la lista. Y ella tampoco estaba dispuesta a tragarse su dignidad. Después de todo él había sido el culpable de que la historia ahora estuviese esclavizada a sus pies.

Las miradas continuaron bailando durante varias horas. Él no se iba a su casa porque no tenía nada mejor que hacer. Ella ya había terminado de leer todo lo que estaba a su disposición, pero la taza seguía medio llena. Además le ganaba la curiosidad de saber si alguien le iba a hacer compañía. No le correspondía saber, eso lo tenía claro, pero no le importaba, tenía que saberlo. Ella no lo había olvidado, quería saber de él. Y él de ella. Ella estaba segura. Él volvió a aparecerse. Entonces ella se quitó los lentes. Era la octava vez que sus ojos se cruzaban. Ya no podían negarlo. Entonces bajó el pie derecho que se encontraba bajo su pierna izquierda y tomó el primer paso. Se acercó a él y le acercó su mejilla. El le dio un beso y después la abrazó. Su cuerpo seguía siendo cálido y sus manos suaves. Ya se le había olvidado lo bien que se sentía abrazar a alguien. Entonces se sentaron y escribieron el resto de las páginas de los días que habían pasado como extraños.

El sentimiento había renacido. Sin embargo los dos sabían que era imposible. Ella regresaba a México en tres días. Él se quedaría en Nueva York. No podía dejar su trabajo, era una buena oferta, incomparable con cualquiera de las que le ofrecían en el país vecino. La situación era la misma. Lo hacía sentir impotente. Hace un año había pasado lo mismo y la historia seguía en el mismo lugar. Ahí. Ella captó que ni el amor que los unía podía cambiar algo. Ella tenía que dejarlo todo, pero estaba harta. Harta de tener que ser la de la iniciativa, la que sacrificara todo por el amor. No estaba dispuesta, ni siquiera por ese amor tan grande. Además el año pasado ya lo había intentado por varios meses y fue insoportable estar lejos de todo. Por eso tomó su bolsa, se paró de la silla y le dijo adiós. Él intentó pararla, pero ella se empeñó. Caminó hasta la salida y se volvió a poner los lentes.

Sólo la vio dar vuelta en la esquina mientras que él volvía a esconderse. Le dolía saber que su encuentro tardaría en repetirse. Quizá nunca volvería a suceder. Le dolía aún más saber que de él dependía todo. Y muy en el fondo, aunque le costara aceptarlo, él sabía que ella tenía razón... todavía no era valiente.

jueves, 13 de mayo de 2010

Hoy vi a unos amigos a los que adoro. Al salir del lugar donde nos reunimos, llevaba una sonrisa en mi cara. Mis amigos me revitalizan.

Me quedé pensando en todos los amigos que han marcado mi vida. Los que están y los que estuvieron. Los que estarán. De cada uno de ellos llevo algo especial en mi corazón. En nuestras pláticas veo el reflejo de lo que nos une. En nuestras miradas, el recuento de nuestra historia.

Y entonces no me quedó otra opción que escribirle a mi amiga que nos reunió.

Hoy sólo quiero compartir este mensaje, pues el día de hoy, el regalo más grande que tuve fue la amistad.

Amiga,
Me divertí muchísimo hoy!!
Me di cuenta de muchas cosas de las que luego voy a escribir con profundidad....
Me queda claro que la vida es muy sabia... nos regala tiempos.... nos regala espacios. Nos regala momentos. Siempre mi papá me ha dicho que los amigos van y vienen. Yo creo más bien en la idea de que los amigos están en los momentos de la vida en los que los necesitamos. No es que vayan y vengan -yo creo que el amor de un verdadero amigo siempre perdura- más bien creo que los amigos están cuando deben de estar.
Me impresionó saber qué tanto había cambiado tu vida un mensaje que para mí, darlo, fue super insignificante. La vida me sorprende al regalarme estos momentos hermosos en los que podemos compartir muchas cosas.
A lo mejor en ese momento yo logré influenciar en algo tu vida sin darme cuenta. Con esto que estás haciendo, tu me has dado un gran ejemplo.
Te admiro mucho amiga... hay una fuerza enorme en tí!!
Una fuerza enorme para serte fiel a tí misma, a tus ideales, a tus sueños, a tu corazón!!
QUE NUNCA SE TE OLIVDE ESO!!
Tienes razón, la vida está hecha para equivocarnos, levantarnos y volvernos a equivocar... qué feo sería no atrevernos a darnos un clavado en la alberca de la vida ¿no? Qué feo si no nos diéramos la oportunidad de VIVIR.
Te felicito por este gran momento en tu vida. Hoy logré ver la bella persona en la que la vida te ha convertido amiga. Vi en tus ojos la madurez de una mujer que toma las riendas de su vida.
Estoy orgullosa de tí.
Te deseo lo mejor para tí en este nuevo viaje que estás por comenzar!
Y QUE VIVA EL AMOR!!
Te mando un abrazo enorme...
Te quiere mucho,
Ivy

domingo, 9 de mayo de 2010

Hablar de sentimientos implica siempre hablar de cosas abstractas y subjetivas. A pesar de esto, no hay algo que me parezca más interesante que eso. Sí, a veces también pienso porqué no estudié psicología, pero no me preocupa, sé que en algún momento terminaré haciéndolo. Por ahorita, que viva el derecho.

El fin de semana estuvo lleno de sentimientos y emociones. El viernes reinó la alegría. Último día de clases, nuevo look, nuevo comienzo para mi mamá, la visita de la abuela por todo un día en casa, buena noche con nuevos y viejos amigos. Al mismo tiempo se apoderó de mí por instantes la nostalgia.

La abuela siempre me hace pensar en mi niñez. En los tiempos en los que ir a su casa era lo más divertido que podía hacer. Los tiempos en los que la abuela tenía 60 años y energía inagotable. Tiempos en los que la abuela hacía hot cakes con la forma de tu caricatura favorita, contaba una larga lista de chistes, tenía los ánimos para invitarnos a dormir a su casa a todas sus nietas y cocinaba el mejor picadillo del mundo. Tiempos en los que la abuela era feliz. Hoy su cara sólo me muestra sus arrugas. Su plática, su preocupación. Su cuerpo es cada vez más delicado y su piel requiere de constante humectación. Lo único que sigue siendo igual es su amor. Por eso me gusta que la abuela nos visite, porque en su abrazo encuentro esos grandes momentos de la niñez. Porque a su lado, sigo siendo sólo una niña. Abuela... ¿cuál es tu mayor deseo para tu cumpleaños? le pregunté. No supo que contestarme. La abuela no tiene ilusión. Le doy un pequeño masaje y ella me pregunta sobre mi vida amorosa. A la abuela le encanta hablar del amor. No hay novedades, le contesto. Y entonces la abuela sale con su típica frase: No te preocupes mi hijita, ya llegará.... aparte es mejor sola que mal acompañada. No cabe duda de que la idea feminista viene de antaño y ha sido heredada por todas las Garzas. La abrazo pensando en cuántas veces me quedarán por abrazarla. Veo a la abuela frágil en el interior, pero su fuerza tan grande me da esperanza de al menos otros 5 años más.


Salgo de la habitación y la alegría vuelve otra vez. Mis amigas me recuerdan siempre la razón por la que la amistad es lo que es. Y los sentimientos vuelven. La emoción de una noche donde nada está escrito. No hay plan, pero la espontaneidad de la vida está en aire. Me siento como si tuviera 15 años. Nuevos amigos, buena música. Las risas de chistes sin mucho sentido. Música de todos los tiempos que me ayuda a revivir diferentes momentos de mi vida. Bailo. Canto. Disfruto. Pienso en todo y en nada. Me acuerdo de otros amigos y entonces quiero escuchar a Fobia. Vivo. Recuerdos de Québec. Todo parece surreal, como uno de esos cuadros de Van Gogh o de Dalí, donde la libertad nos permite ser. El tiempo se divide en instantes donde los sentimientos oscilan como los segundos.

El sábado no fue menos intenso. La llamada de un amigo que me ayudó a ver que todas las personas pasamos por dilemas semejantes. Llamada que me ayudó a ver que los sentimientos son tan complicados como tratar de unir en una sola mezcla el aceite y el agua. Llamada que me recordó que nunca estamos solos. Ver a las amigas de los viejos tiempos. Revivir, recordar y todos los sinónimos de esas palabras. Nostalgia más intensa. Ver a los amigos de ahora y reír intenso. Alegría. Amistad en todo el sentido de la palabra, en la acepción que llega a ser casi hermandad. Reencontrarme con los viejos amigos más tarde. Darme cuenta de que a pesar de que nuestras vidas poco tienen en común ahora, el pasado es muy difícil de dejar...nos sigue uniendo. Sonrío.

Domingo familiar. Domingo de tranquilidad, paz, flojera y reflexión. Sentimientos que en su conjunto parecen una bolsa de Mary Poppins en la que todo encuentras. Los sentimientos llenan mi vida. Intento pensar en una vida sin sentimientos, pero mi mente no puede llegar a concebir semejante idea. Los humanos estamos hechos para vivir en sentimientos. Si nos atrevemos a dejar atrás los perjuicios y tomamos como estandarte la libertad, los sentimientos le darán el sentido perfecto al vivir. Al vivir en eso que es nuestro verdadero ser.
Sus ojos negros y profundos. Su mirada significante. Su sonrisa grande y sincera. Su pelo a veces negro a veces rojizo. Sus manos delgadas y suaves. Su cuerpo esbelto y de estatura mediana. Su abrazo siempre cálido. Su presencia siempre añorada.

Una fuente de inspiración. Ejemplo. Su lucha interior siempre constante. Un motor para seguir adelante. Una canción para cantar en las noches de luna llena. Compañía para cualquier ocasión. Profundas pláticas de la vida y del amor, del enojo y la desilusión. Sentimientos. Polvo en el viento. Agua en el mar. Música en el silencio de la soledad. Lágrimas en mis ojos cuando quiero llorar. Palabras en mi boca cuando quiero gritar. Voz cuando quiero cantar. Risas de felicidad. Incondicionalidad.

Mi mamá.

domingo, 25 de abril de 2010

Por fin termino algo en mucho tiempo...
Ahí les va...

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Los recuerdos son como las gotas que caen en el pasto seco y lo regresan a la vida. Los recuerdos son marcas intermitentes de quiénes somos. Hoy mi mamá decidió que era un día para sumergirse en ellos. Sacó la caja donde se guardan las memorias, los secretos, las heridas, las risas y los llantos. Y junto con mi mamá, me tiré un clavado a la alberca de los recuerdos. En lo más profundo de la caja encontré una libreta donde solía hacer lo que ahora hago: escribir.

Y reviví.

Transcribo un extracto de lo escrito.


Empiezo de nuevo a escribir un diario. Cogí esta libretita ya que fue la primera que vi y decidí que aparte de ser práctica serviría para lo que yo quería. Últimamente han pasado muchas cosas en mi vida. Hace un año y medio mis papás se separaron y me cambie de casa. Vivo con mi mamá y mi hermana en una casa chiquita, pero con lo necesario. He aprendido muchas cosas de la vida y me he dado cuenta de lo que es importante para mí. Mi familia, mis amigos y el amor que me ayudan a salir adelante y me hacen crecer cada día como persona.


El resto detalla sobre las áreas específicas de mi vida y no es necesario presentarlo aquí porque la idea central está reflejada: el recuerdo de ese texto me habla perfectamente de la persona que soy ahora.

Pienso también en uno de los diálogos del personaje de Alicia en la película El Estudiante. Ella decía "Hay cosas que nunca deberían de cambiar." La frase es demasiado verdadera.

Analizo lo que escribí y observo las cosas que no han cambiado:

1. Desde ese momento han seguido pasando muchas cosas en mi vida.
2. Ya me volví a cambiar de casa.
3. Sigo aprendiendo de la vida.
4. Cada día me doy más cuenta de lo que es verdaderamente importante para mí.
5. Mi familia, mis amigos y el amor han seguido siendo los motores que me impulsan a vivir.

Qué cursi, pero es verdad. Soy tan diferente y tan igual a la vez. Los recuerdos son permanentes, a pesar de que el tiempo pisa cada vez más fuerte el acelerador y la película de mi vida parece proyectarse en fast forward.

Los recuerdos siguen iguales. Perduran. Los momentos de la infancia donde lo que importaba era la película que estábamos por ver o el juego que seguía de jugar. La primera vez que se te cayó un diente. El día que descubriste el gran secreto de Santa Claus. Las amigas de la pubertad. Y los amigos también. El día que tus papás dejaron de ser tus héroes. Las fiestas de quince años. El primer amor. La prepa. La libertad de los 18 años. La carrera. La desilusión del amor. Las esperanzas del futuro profesional. Hoy.

Todos estos momentos revividos a través de imágenes, documentos, películas, textos y música me hacen pensar en que de no haber pasado todo eso quizá todo sería tan distinto. Quizá sería una extraña incluso para mí misma. Lo irónico es que a pesar de que sí soy diferente a la que era en 2004, y de que he vivido tantas cosas tan definitivas para mi vida, en el fondo sigo siendo la misma en muchas cosas.

Pienso en el futuro, en diez años más. Intento imaginar mi vida, junto las piezas y me dispongo a armar el rompecabezas. Sé que por más que intente, todo queda en ideas del hoy. Mañana quizá no piense lo mismo y definitivamente en estos diez años habrá cosas que no podré controlar. Algunas de las piezas serán reemplazadas por unas nuevas y la imagen completa será distinta. A pesar de todo...abra otras, las esquinas y las orillas, que permanecerán ahí. Intactas. Iguales. Fuertes. Las piezas esenciales que se forman a través de toda nuestra vida. Las piezas que alguna vez cuando tenía 14 años consideré importantes y que hoy sigo teniendo como parte de mi rompecabezas. Esas piezas permanecerán... porque como los recuerdos, son las cosas que quiero que permanezcan siempre así... a pesar de que el tiempo vuele frente a mis ojos.

jueves, 22 de abril de 2010

La vida siempre esta llena de misterios. Yo suelo soñar cosas que después me suceden. Desde que descubrí que esto me pasaba muy ­seguido, empecé a observar más las cosas que soñaba. Después me empezó a dar miedo que lo que soñara me pasara, entonces dejé de ponerle atención un rato. A pesar de esto, con el tiempo he aprendido que esto de soñar cosas puede estar muy divertido. Dejé de preocuparme por el misterio y entonces volví a la vieja práctica de poner atención a mis sueños.

La primera vez que soñé algo que me sucedió después, fue en el 2003. Al menos esa es la primera fecha que recuerdo con conciencia. Yo tenía 14 años y mi abuelo estaba muy enfermo. Nunca fui muy cercana a mi abuelo. Nuesta diferencia de edades y su carácter nunca favoreció a que tuviera una relación profunda y fuerte con él. Esto no impidió que siempre le tuviera mucho cariño, respeto y admiración. En ese año, mi abuelo enfermó de neumonia y cáncer de pulmón. No le habían hecho el diagnóstico cuando yo empecé a soñar que él fallecía. En mi sueño, me veía a mi misma vestida de negro, entrando a una gran sala vacía, donde al fondo se encontraba el ataúd con el cuerpo de mi abuelo. Yo nunca me atrevía en mi sueño a acercarme al lugar donde yacía su cuerpo, simplemente lloraba y luego poco a poco un grupo grande de personas se me acercaban y me abrazaban. Había desde conocidos, familia y amigos hasta completos desconocidos. Después el sueño se terminaba. Yo despertaba. Los sueños empezaron a finales de octubre del 2003. El mismo sueño se repitió 3 veces más intermitentemente hasta diciembre. El 15 de enero del 2004, mi abuelo falleció. El funeral fue un déjà vu. Todo era como lo había soñado. Dos salas de las Capillas del Carmen, 21 esquelas en el periódico El Norte, una cantidad impresionante de personas, su cuerpo al fondo de la sala en un ataúd, y yo. Ahí estaba yo. Todo era como lo había soñado. Mi vestimenta era negra, no podia dejar de llorar, y entre tanta gente me sentía sola. Sola en esa gran sala con mi abuelo. Era como si en realidad la gran sala vacía de mi sueño cobrara vida. Y estábamos él y yo. Entonces hice algo que creo que nunca alcancé a ver en mi sueño: me acerqué al ataúd, lo observe fijamente y lo vi a los ojos. Él no me podía ver, pero yo sentía que su alma si se comunicaba conmigo. Entonces le di las gracias, le dije que se acordara de la última Navidad. La mejor de todas. Le dije también cuánto lo quería y cuánto hubiera querido que las cosas hubiesen sido distintas. Le dije que nunca lo olvidaría y que esperaba que estuviera feliz con mi abuela y mis primos. Me respondió con cariño y amor. Me dijo que estaba bien, que no me preocupara. Que el también me quería y que yo tenía que seguir adelante con mi vida y apoyar a mi papá y mis tíos. Sentí paz. Dejé de llorar. Me di la vuelta y no regresé.

Esa fue mi primera experiencia de soñar algo y vivirlo. Después siguieron muchas otras. Y luego llegó la de hoy. Totalmente contraria a la primera. Esta vez, mi sueño estaba lleno de vida.

Ayer me fui a dormir temprano, después de haber leído unas páginas de la novela que estoy leyendo. Estaba muerta, y en realidad no estaba pensando en nada en especial. Apagué la luz y me dispuse a dormir. Me desperté un poco sorprendida y feliz. Había soñado que cargaba una bebé hermosa y bella. Su cara era redonda, su piel blanca. Sus cachetes enormes y sus piernas gorditas. Me cabía perfectamente en mis brazos y la contemplaba profundamente mientras ella dormía. No vi sus ojos, pero tenía pestañas enormes. Me inspiraba paz. Recuerdo que en el sueño yo le decía a alguien que era una bebé muy hermosa. Qué hermosa bebé, no todos los bebés son bonitos y ella sí lo es, le decía. Entonces me desperté a la realidad. Me quedé pensando en el sueño mientras preparaba todo para bañarme. Empecé a pensar si la bebé de mi sueño era mi hija. No, no creo que sea mi hija. No, no es, de seguro estoy soñando porque ya va a nacer la bebé de Mariana. Sí, de seguro estoy soñando esto por eso. Dejé el sueño por la paz y seguí con mi vida. Llegué a mi clase de las 7:30 y prendí mi computadora. Lo primero que ví en facebook fue un mensaje de Mayela, la hermana de Mariana, donde decía que ya era tía. No lo pude creer. Mi sueño era una realidad y lo más sorprendente era que en el tiempo en el que yo estaba soñándolo, mi amiga estaba viendo por primera vez la cara de su Mariana. Otra vez se cumplía uno de mis sueños.

Estoy feliz. La vida me regala momentos de amor todos los días. No deja de sorprenderme. Estoy escribiendo esto antes de ir a conocer a mi nueva sobrina. No quiero escribirlo después porque la emoción de lo que estoy escribiendo ahorita no va a ser igual después de verla. No sé si va a ser como en mi sueño: cara redonda, piel blanca como la de su madre y piernas gorditas. Pero de algo sí estoy segura: La felicidad de verla tan pequeña y tan hermosa, y de tenerla después de tanto tiempo de espera en nuestros brazos, va a estar presente.

Bienvenida a esta vida llena de sorpresas, Mariana Eugenia. Eres un sueño y una realidad para todos nosotros. Dios nos llena de amor enviando a nuestras vidas un gran regalo como tú. Hoy te recibimos con amor y felicidad. Tus padres están felices de verte y poderte abrazar. Te han cuidado y esperado con mucho amor. Sobrina hermosa ( no soy tu tía de sangre pero te quiero igual como si lo fuera) bienvenida a la vida. ¡Hoy logras el mayor de tus retos: empiezas con el pie derecho tu camino en esta gran aventura que es vivir... disfrútala y vívela con amor y pasión! ¡Te queremos mucho mucho!

domingo, 18 de abril de 2010

El fin de semana planeaba descansar. En realidad todos los fines de semana intento hacerlo. Con descansar me refiero a dormir, no hacer nada, tener un momento conmigo misma. Como siempre, el fin de semana voló y hasta hoy me he dado el tiempo para descansar.

Estaba a punto de empezar a leer un libro nuevo que me compré y que creo que me va a gustar mucho. Ayer fui a Gandhi a recoger un libro que había encargado para regalarsélo a mi amiga Andrea por su cumpleaños, y había un estante con un letrero de 80%. La mayoría de las veces cuando veo letreros de descuento en tiendas de libros, pienso que de seguro es porque están horribles y aunque casi siempre me gana la curiosidad y termino yendo a ver qué encuentro, pocas veces me llevo algo. Ayer no tenía ni dinero ni tiempo para ponerme a ver los libros, pero a pesar de eso lo hice. Salí con el de mi amiga, y dos más para mí. Fue una super buena compra, me llevé los dos por 80 pesos, más mi emoción por leer algo nuevo. Entonces hoy me preparaba para empezar a leer uno de los libros (The History Boys de Allan Bennett... lo escogí por la portada y la sinopsis, y después de que lo compré un amigo me dijo que hay una película del libro, lo cual me hizo todavía más feliz con mi compra) cuando llegó Tina a regalarme unas galletas Oreo. Y entonces la idea se me vino a la cabeza y mejor prendí la computadora y me puse a escribir.

Los pequeños detalles de la vida, hacen que todo lo demás que vivimos tenga un valor único y especial. Son esos pequeños detalles y momentos (lean también http://mondoli.blogspot.com/2010/04/317.html) los que le dan un significado a lo que queremos expresar y decir. Y tan pocas veces valoramos esos detalles. Tan pocas veces hacemos conciencia de las pequeñas cosas que podemos hacer para cambiar la vida de alguien. O de las pequeñas cosas que hacen otros para cambiar la nuestra. Tan pocas veces nos damos el tiempo de observar y valorar esos pequeños detalles. Si tan sólo pudiéramos ser más observadores... ¿cuántas cosas no serían tan distintas?

Hoy en la mañana, Tina me pidió prestado uno de mis libros de historia para hacer una de sus tareas. Yo no le puse mucha atención, para ser sincera. Le dije dónde estaba el libro y que lo usara todo lo que quisiera. Ella me lo agradeció y me sonrió. Yo de amargada y con mis prisas, sólo le di las llaves de mi carro y seguí haciendo mis cosas. Pasó el día, fui a comer con mi familia y luego a misa con mi hermana. Regresando a la casa y justo cuando estaba empezando a leer, Tina me regalo unas galletas Oreo. Unos minutos antes había ido con mi mamá a decirle que quería una nieve, pero que mejor iba a olivdarme de mi deseo de algo dulce. Tina escuchó la conversación y no me dijo nada a pesar de que me vio pasar. A los pocos minutos la vi corriendo por las escaleras con un paquete de galletas Oreo (las amo!). Cuando me las dio, empezaron a caer todas estas ideas en mi cabeza y no me acuerdo muy bien que le dije, pero le di las gracias.

Caí en la cuenta de que Tina me estaba agradeciendo de la mejor manera en la que ella podía hacerlo, el hecho de que yo le hubiera prestado mi libro. O no sé, a lo mejor ni fue eso, pero fue demasiado representativo el hecho de que me hubiera dado esas galletas. Me dio algo de lo mejor que tiene para dar. Y yo le di algo de lo que yo le puedo dar. Prestarle mi libro no fue nada extraordinario. Que me diera las galletas tampoco lo fue, pero ambos detalles representaron tanto. Ambos detalles tenían un gran mensaje de fondo. Qué tonta hubiera sido en no caer en la cuenta de su detalle y pasarlo de vista. No me había percatado de que algo tan simple pudiera ser tan significativo para otra persona. Mi libro le represento a ella una ayuda en su tarea. Y no me costó nada. Sus galletas fueron un intento de su parte por complacer mi deseo de algo dulce. Y las disfruté muchísimo. Fueron más que comida, me recordaron que los pequeños detalles pueden ser tan grandes.

Me acordé de la historia de Memo el día de la reunión de la frate en el depa de Tito. Me acordé de Jorge, el niño que mi papá adoptó en Navidad por muchos años para darle un regalo. Me acordé de los regalos significativos de mi vida. Me acordé de los momentos en los que me la he pasado súper bien y me he reído hasta llorar y tener dolor de panza. Me acordé de los abrazos, los besos, las canciones, los suspiros y los deseos. Ninguno de estos recuerdos inolvidables involucraban cosas extraordinarias. Simplemente implicaban pequeños detalles. Pequeños detalles que habían hecho el momento especial e irónicamente extraordinario.

Siempre he sido de la idea de que los detalles pueden hacer que las cosas sean muy distintas, pero nunca deben de ser forzados, deben nacer por sí mismos. Muchas veces discutí y me enojé con personas a las que amo por enfocarme en las cosas que no eran tan significativas. Fui poco inteligente para valorar a esas personas por quiénes eran, por el tiempo, por los detalles. Me importaban mucho las cosas que tenían que ser. Estaba equivocada.

No necesitamos tener mucho ni desvivirnos para ser felices. La felicidad no requiere grandes cosas, sólo necesita de paz, amor, alegría, empatía. Requiere de nosotros que seamos capaces de amarnos a nosotros mismos, para poder compartir con los demás nuestra esencia. Para compartir con los demás... los pequeños detalles por los que vale la pena vivir.

viernes, 16 de abril de 2010

Estoy escribiendo porque por fin en una semana me llegó la inspiración. Tengo una semana de escribir cosas y cosas y no terminar nada. Esto se debe en parte a que tengo muchas ideas en la cabeza y no sé como acomodarlas. En otra buena parte se debe a que han pasado muchas cosas intensas esta semana. Con el tiempo se van a dar cuenta de que los derivados de la palabra "intensidad" suelen llenar mi vida.

La semana empezó muy bien. Lunes de Libre, vueltas de mi carro y a la Libre de regreso. Not weird. Martes de mañana de Libre, empezar a planear mi tarde de cine con Tatis y organizarme con mi tarea. Somehow finding a time to go back to my car issue again. Encontrarme con mi papá medio estresado y retrasando todo lo que ya había planeado. Sobrevivir con menos de 1/4 de gasolina de mi casa al negocio de mi papá y de ahí al seguro y de ahí a Santa Catarina con una velocidad mínima de 70 km/hr. Llegar tarde a mi masaje que tanto amo por tenerme que parar a poner gasolina pero finalmente llegar en paz. Apagar mis celulares. Es mi tiempo a la semana de despegarme de TODO. Y finalmente terminar mi día super bien: en el cine, viendo una película que tenía muchas ganas de ver y con una amiga que quiero demasiado y con la que pocas veces me doy el lujo de pasar el tiempo sola con ella. Qué tonta soy en no darme lujos más seguido. Se siente muy bien.

Miércoles corriendo en la mañana para llegar temprano a la Libre. Rainy day. Who cares? Salgo temprano de clases, me voy al doctor y de ahí a visitar a una amiga y otras vueltas mientras espero a ver si me voy a comer con unos amigos. No quiero ir a comer a mi casa porque me da flojera manejar y tener que regresar en dos horas a la parte poniente de la ciudad. Finalmente no voy a comer con mis amigos y decido irme a dormir a mi casa. Se arregla el issue del cofre de mi carro. Me sobra tiempo entonces decido ir al car wash aunque sé que más tarde va a llover. Necesito lavar mi carro. Intento hablar con mi prima Michelle que cumple 8 años, pero le marco a su mamá y no contesta. Le marco a su hermana, no contesta. En su casa, no están. Llego a la Libre temprano. Platico con amigos antes de mi clase. Pasan mis clases, junta con un amigo que quiero mucho y tenía rato de no ver y después festejar el cumpleaños de otro amigo. Llego a mi casa tarde.

Jueves no me puedo despertar porque me dormí muy tarde. Aparte tengo que arreglarme, tengo junta. Llego a clase y resulta que a Olmo se le ocurrió ponernos un examen sorpresa. Empezamos bien. Un amigo llega en estado inconveniente al salón y no puedo dejarme de reír. Otra llega tarde y otro llega a 10 minutos de que se termine la clase. El examen pone a unos de mal humor. En la libre nos relajamos y continuamos con el torneo de viuda. Andrea gana. Tiene toda la semana ganando cosas. Está de suerte con esto de que ya va a cumplir años. Clase de Puertas y salir corriendo para mi junta. Centro de Justicia Familiar. No encuentro dónde estacionarme, llevo 3 vueltas y está lloviendo. Hidalgo y Cuauhtémoc. Falda y tacones. Al menos caminar 2 cuadras. En la 4 vuelta encuentro un lugar cercano. No tengo mucha feria, espero que la junta no se tarde para no tener que pagar con un billete. La junta se termina 2 horas después. Ir por mi hermana. Llegar y comer corriendo, ir por un amigo y de regreso a mi casa: la Libre. Empezar curso de negociación. Buenísimo. Clase de Avril. Llegar a mi casa, poner Friends en la tele y sentarme con Lola en el sillón a disfrutar. Quedarme dormida después del segundo capítulo. Mi mamá me dice como a las 3 horas que me vaya a mi cama y ya es viernes. Por fin un día de despertar después de las 6 am. Clase, presentación y curso de negociación. Ir a comer y tardarnos como 30 minutos en pagar la cuenta. Me hubiera gustado que viniera otro amigo a comer. Hablarle a Stephie que cumple 19 años. Más curso de negociación. Casa de Mariluz. Plática profunda. Ir por Mariana. Casa de Pato. Mi casa.

La semana ha estado INTENSA. No he tenido tiempo de nada, pero la he disfrutado muchísimo. Estoy terminando mi viernes empezando el sábado. Tengo que despertarme en 6 horas para mi último día del curso de negociación. Esto significa que tengo que dormirme ya. No he terminado todo lo que dejé a medias esta semana,ni lo voy a terminar hoy, pero estoy feliz... por fin llegó la inspiración.

domingo, 4 de abril de 2010

Son las once de la noche y la luna brilla bajo un cielo nublado que no me permite observarla en su esplendor, pero sé que ahí está. Y cómo brilla. Voy manejando. Por primera vez en mucho tiempo lo estoy disfrutando. Mis oídos se llenan de los versos de 'Causa y Efecto' de Paulina Rubio. Qué feliz es cuando no hay nadie en la ciudad y puedes transitar las calles sin que nadie te esté molestando. Y es que todo lo que con el tráfico se vuelve nefasto, sin él se vuelve placentero. Las avenidas se transforman en carriles de una montaña rusa donde el único carrito que los transita es el tuyo. Y el único pasajero eres tú. Dentro de toda la adrenalina que te presenta la aventura, el ruido y tu respiración, tu cabeza se desvía y te abre espacios para reflexionar y disfrutar. Y el viaje apenas comienza. Saltan preguntas mientras que gritas intensamente por las cosquillas que la gran altura acaba de causar en tu estómago. ¿De qué se trata este viaje? ¿Para qué me subí en él? ¿Qué voy a ganar de estar aquí? ¿Por qué estoy aquí? Y tan pronto como te subiste, te percatas de que próximamente estarás nuevamente abajo de la montaña rusa. Y el viaje está siendo divertido, pero las preguntas siguen sin respuesta.

Toda esta semana he reflexionado sobre estas preguntas. La Semana Santa, nuevamente, sigue sorprendiéndome. Me ha puesto a ser la espectadora de mi propia vida. He descubierto muchas cosas de mí, pero sigo intentando llegar a lo esencial, a lo que verdaderamente importa. Y creo que hoy Dios me lo ha puesto nuevamente en frente de mis ojos, con la esperanza de que ahora sí sea capaz de verlo. Me ha puesto a disfrutar de las cosas simples de la vida mientras me ha escrito en un pedazo de papel un mensaje que dice en letras grandes, redondas y super negras: "DÁTE CUENTA DE QUIÉN ERES, AGRADECE LO QUE TIENES, SUPERA EL PASADO Y DEDÍCATE A AMAR Y VIVIR EL PRESENTE".

Nadie se escapa de subirse a la montaña rusa, y definitivamente nadie se escapará de tenerse que bajar de ella. Lo esencial radica en cómo vivimos la aventura. Eso es lo esencial. Hay unos que gritan con todas sus fuerzas. Otros reprimen su sentir y sólo lo expresan a través de los gestos que sus caras nos revelan. Otros simplemente se recuestan, relajan su espalda, dejan que el aire los despeine y observan a los demás. Otros toman fotografías. Otros le aprietan la mano con todas sus fuerzas al que se encuentra a su lado. Otros lloran. Otros ríen sin parar. Otros sólo se quejan por haberse tenido que subir cuando en realidad no querían subirse. Al bajar, todos habrán pagado lo mismo por el boleto, sin embargo, cada uno habrá hecho valer el precio de manera distinta. Eso es lo que hace que cuando al descender, unos quieran volver a subirse y otros prefieran irse sin volver jamás.

Hoy platicaba con mis amigas sobre la importancia de saber quiénes somos. Si sabemos quiénes somos y nos aceptamos así, se vuelve más fácil llegar a lo esencial y se disfruta más la vida. Nos liberamos del "deber ser" mundano y cometemos menos errores. Nos volvemos más sinceros con nosotros mismos. Si nos hacemos conscientes de nuestro "yo" interno y lo aceptamos, lo externo deja de ser tan complicado y somos capaces de recibirlo amablemente. Lo díficil es el paso entre la conciencia y la aceptación. Mientras compartíamos nuestras experiencias, escuchaba atentamente a una de mis amigas, y de inmediato me identifiqué con su historia. ¿Cuántas veces no caemos en el mismo patrón y por más que intentamos romper el patrón, seguimos haciéndolo? Entonces le lancé la pregunta: ¿Cómo es tu relación con tu papá? La respuesta la intenté decifrar del gesto que hizo con su cara. Le empecé a contar sobre la relación que yo tengo con mi papá, y al final todas acabamos hablando de eso: ¿qué tan importante puede ser nuestra infancia para las decisiones que hacemos en el presente y finalmente, a futuro? ¿Hasta cuándo nos seguiremos quejando de lo que no tenemos sin darnos cuenta de lo tanto que si disfrutamos? No terminamos la plática, pero mas o menos llegamos a una conclusión: es importante que empecemos a tomar las riendas de nuestras vidas hoy. Y no significa solamente que seamos independientes y responsables. Me refiero también a que dejemos a un lado la venda de la negación, que es a veces tan gruesa que no nos permite ver y hacer esos cambios que tanto necesitamos. Que tomemos esos primeros pasos en reflexionar sobre nuestras vidas, hagamos conciencia de las cosas que nos han afectado y las solucionemos de fondo. Todo esto con el propósito de que sepamos realmente quiénes somos y qué queremos de la vida, y entonces sí empecemos a vivir el presente con coherencia, satisfacción, amor y pasión.

Ya llegué a mi casa. Es tan corto el viaje, que no vale la pena no disfrutarlo. La montaña rusa nos presenta la oportunidad de divertirnos y vivir al máximo cada día, de transformar los momentos y convertirlos en recuerdos para toda la vida. Sólo de nosotros depende que así sea, pues sólo somos nosotros la causa y el efecto. El milagro de la vida hay que empezarlo a comprender HOY, porque como nos decía Antoine de Saint-Exupéry en 'El Principito': "Lo esencial es invisible a los ojos". Y pronto tendremos que bajar.
 

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